Mileto


LA ESCUELA DE MILETO

Una parte considerable de la cultura griega se desarrolló inicialmente no en la madre patria sino en las colonias. Si esto es verdad, en alto grado, por lo que toca a la poesía, lo es aún más con referencia a los aspectos científicos y filosóficos de la cultura griega más temprana: geometría, aritmética, medicina, geografía, historia y aquella indagación más general sobre la realidad en conjunto que más tarde se denominaría “filosofía”. El hecho no debe maravillarnos; en las colonias es más rápido el desarrollo hacia formas democráticas, más íntimos los contactos con la civilización del Cercano Oriente, más abierta y crítica la mentalidad media de la población habituada como estaba, por experiencia propia o por noticias que circulaban gracias al comercio y los viajes, a una gran variedad de usos y creencias. 

En la Teogonía de Hesíodo se planteaba ya el problema del origen de la realidad, pero la solución apuntada era de carácter mítico-religioso, no científico. Por el contrario, en la floreciente Mileto, principal colonia jónica del Asia Menor, la especulación en torno al origen del mundo tomó otra dirección. Se empezó a investigar la posible sustancia fundamental y primigenia de la realidad, aquella de la que derivan todas las demás por proceso espontáneo, sin intervenciones, ni siquiera sucesivas, de seres sobrenaturales, sino de acuerdo con un cierto orden, una necesidad, una ley puramente naturales. Por tanto, esa sustancia primitiva debía contener en sí misma una especie de principio vital, pues de otro modo no hubiera podido originarse de ella la realidad animada, es decir, ella misma debía ser “materia animada”, de donde se deriva el nombre de hilozoístas impuesto a los pensadores orientados en este sentido. 

El primero es Tales, quien identificó la materia primordial con el agua. Según la tradición más digna de crédito, Tales fue hombre práctico y hábil. Consejero de sus conciudadanos y de reyes extranjeros, constructor de fortificaciones, promotor de lucrativas especulaciones comerciales, parece que era capaz de organizar y explotar con fines prácticos incluso las nociones astronómicas y geométricas aprendidas, según se afirma, de los caldeos y los egipcios. Se le atribuye la previsión de un eclipse de sol, la medición de la altura de las pirámides por medio de la sombra así como también de la distancia que separaba una nave del puerto. No se debe a él el teorema geométrico que lleva su nombre, pero es posible que en aquellos cálculos prácticos aprovechara ya la idea de los triángulos semejantes y las proporciones. Se trata pues de una “practicidad” seguramente diversa del empirismo puro de la geometría egipcia y mesopotámica; es lícito imaginar que lo que interesaba a Tales e impresionaba a sus contemporáneos no era tanto la utilidad del resultado como la elegancia y la generalidad del método empleado. 

En una palabra, hay en Tales un entusiasmo radical por la libre potencia del pensamiento, por su capacidad de levantar osados vuelos a partir de unos cuantos datos observados o comprobados. Y Nicola Abbagnano, Visalberghi, vuelo atrevido y un si es no es fantástico era sin duda alguna su hipótesis de que el agua era el principio de todas las cosas. Por lo demás, se ha visto que la hipótesis no carecía de ciertas efectivas justificaciones. Por otra parte, no debe considerarse como demasiado ingenua la identificación del fundamento de la realidad con un elemento existente. Hoy día, algunas teorías cosmológicas hablan del hidrógeno como del elemento fundamental del universo, apoyándose, es verdad, en la física moderna que trabaja sujeta a la observación y la experimentación más rigurosa, pero lanzándose, no obstante, a osadías más allá de lo demostrado y comprobado para responder con el mismo espíritu naturalista —si bien expresado en otra forma— a la misma pregunta que Tales fue el primero en formular. Según Anaxímenes, del aire se forman los otros elementos y todas las cosas concretas a través del doble proceso de la rarefacción y la condensación: el aire enrareciéndose se convierte en fuego; condensándose, en agua y tierra.


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